El Bloodhound es el rastreador sin par. Su olfato es prodigioso, siendo el preferido en la búsqueda de personas. Desde el siglo XIV ya era empleado con tal propósito. Hoy en día se usa tanto para perseguir criminales como para encontrar personas perdidas en los bosques y otros lugares.
Se le considera del linaje de un perro europeo que tenían los celtas y los galos; a tal perro los griegos le llamaron Segusium. De ese mismo perro desciende el San Humberto de Bélgica (establecida la raza por el siglo VIII en el monasterio de Ardennes), que es un antepasado directo del Bloodhound. En el siglo XI ya se encontraba en el Reino Unido, donde desde entonces ha sido desarrollado en una raza sumamente especializada.
El Basset Hound es un perro bajito, largo, de cuerpo masivo, orejas largísimas y ojos tristes; o también se podría describir con una sola palabra: encantador. Se le emplea para rastrear liebres, venados, zorros y otras presas semejantes. También se le usa en la caza del mapaches y la del faisán que ya son más especializadas. Ha demostrado ser muy útil en lugares donde perros más grandes no pueden entrar, así como los matorrales de mucho follaje. Hace bien en cacerías de jauría y también por sí solo. El sentido del olfato lo tiene extremadamente desarrollado.
Esta raza se desarrolló en Inglaterra a finales del siglo XIX. Proviene de un perro francés muy parecido que fue cruzado con el Bloodhound.
El Otterhound, o Rastreador de Nutrias, es un perro especializado para la cacería de nutrias, lo cual es un oficio sumamente difícil y peligroso. Este perro tiene un olfato casi tan desarrollado como el propio Bloodhound. Excelente en el agua, persigue a las nutrias nadando en contra de la corriente si fuera necesario, usando como pista sólo las burbujas de las nutrias que nadan bajo la superficie.